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13 de diciembre de 2013

Una vida entre Sevilla y Barcelona

"¿La vida en mi pueblo? Un auténtico desastre. Trabajábamos cuatro días y después íbamos al paro durante tres meses". Hay muchas maneras de justificar una emigración, pero esta es especialmente contundente porqué, de alguna manera, demuestra la situación extrema en la que se encontraban muchas personas en la Andalucía del siglo XX, rural y caciquil. Este es el testimonio de José Azañeiro De Jesús, un sevillano nacido en Villanueva del Río y Minas en 1933 y que vive en Cataluña desde 1961. Se instaló en Mollet del Vallès, una de esas localidades que crecieron brutalmente a causa del boom migratorio de los años 50 y 60. La segunda ciudad más grande del Vallès Oriental tenía 6.000 habitantes a mediados de la década de 1930 y actualmente cuenta con 52.242, un 13 por ciento de ellos de origen andaluz (datos del IDESCAT). Entre 1961 y 1970, cuando Azañeiro llegó, 4000 andaluces más desembarcaron también. 


UNA RÁPIDA INTEGRACIÓN


José Azañeiro (FOTO: JAIME BLANCO)



El árbol genealógico de José Azañeiro es el vivo reflejo de lo que se puede llamar mestizaje migratorio. Sus padres eran de orígen portugués, él nació andaluz y sus tres hijos son catalanes. Viendo sus raíces, pues, se puede intuír que no tuvo problemas para integrarse en su nueva vida. "Nunca los tuve", explica. "Yo me sentí adaptado desde el primer momento. No tardé en acostumbrarme", prosigue.

José vino a Barcelona hace 52 años, cuando tenía 28. Recuerda que el viaje lo hizo "en uno de esos dichosos trenes matahombres, de asientos de madera que te dejaban hecho polvo". Tardó un día en llegar. "Ahora te plantas en Sevilla en cinco horas con el AVE", comenta entre risas y suspiros. Él ya tenía un hermano que trabajaba y, por efecto llamada (y por su madre, que le insistió), fue a parar a un lugar "del que no conocía nada más que lo que decían en los medios de comunicación, que era que había mucho trabajo". Se enroló en la empresa Aismalibar, dedicada al cableado y a la electricidad en general. En su pueblo, cuenta, estudió en los Maristas y se dedicó a lo que pudo: "Al campo, a la construcción... No había apenas nada. La cuestión era engancharse a lo primero que salía".

Poco a poco fue asentándose en Mollet del Vallès. Se casó con una mujer, curiosamente, de su mismo pueblo que también había emigrado hacia el mismo lugar. Se hizo árbitro de fútbol y se dedicó, a la vez, a entrenar porteros en los clubes de su ciudad (él había sido portero de joven). Y, además, aprendió a hablar catalán. Cuenta que se sintió obligado por el sitio donde vivía: "Cuando llegué a Mollet era una ciudad pequeña y de campo. Había muchos andaluces ya, pero se seguía oyendo hablar más catalán. Fue ahí donde me di cuenta que me haría falta saberlo". A todo esto dice también que "es una muestra de admiración hacia Cataluña por habérmelo dado todo". 


LOCO POR LAS HABANERAS 

Cuando le pregunto por lo asimilado de la cultura catalana nos sale con que ha absorbido mucho. Confiesa que le encantan las habaneras y la música de la sardana y reconoce el "mérito" de los castellers: "No me llaman mucho la atención, pero son espectaculares, sobre todo la enxaneta". Claro que en todos estos años no se ha olvidado nunca de donde viene. Es un declarado seguidor del Real Betis y afirma que "moriré siéndolo porqué es lo más grande". También le apasiona el flamenco: "En el coche llevo una cinta de la Niña de Antequera", dice con alegría. Tanto es así que siempre que ha podido se ha escapado a ver alguna celebración andaluza por tierras catalanas. Para José es algo "muy grande" el poder celebrar, por ejemplo, la Cruz de Mayo a tantos quilómetros de distancia de su casa.

Han pasado más de cinco décadas desde que José Azañeiro salió desde Villanueva del Río y Minas hacia Mollet del Vallès en aquellos trenes matahombres. Durante muchos años siguió bajando a ver a la familia que se dejó allí, pero ahora ya hace tiempo que no va. Tampoco se ha planteado volver para quedarse a vivir allí porqué "mi vida, realmente, está aquí, que es donde tengo a mis hijos y mis nietos". Unos hijos que, pese a haber nacido en Cataluña, son "andaluces de pura cepa", según cuenta José. "El mayor y la mediana, sobre todo. Mi hija lo es al cién por cién, como lo era su madre". Todo lo contrario que su hijo pequeño, que "se mueve por otros círculos".



    

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