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9 de diciembre de 2013

Una aventura que salió "estupenda"

La emigración andaluza hacia Barcelona responde a un hecho contundente: en Andalucía no había trabajo y, por tanto, no había calidad posible. En Cataluña, al contrario, había muchísima faena y faltaba mano de obra. Todos los que hicieron la maleta en aquellos años tenían como objetivo encontrar una vida mejor que la que habían conocido en sus pueblos de origen. Pero toda historia tiene sus particularidades, notas curiosas o anécdotas (llamadlo como queráis). Y entre aquellos hombres y mujeres venidos del sur venía un matrimonio desde Posadas (Córdoba) lanzados a la aventura.

Antonio Poley (Écija, Sevilla, 1928) se casó con María Josefa Herrera, una cordobesa nacida en La Carlota en 1930. Conocieron la dureza del campo andaluz hasta que Antonio visitó Barcelona por primera vez y decidió, con su familia, dar el paso. Lo curioso de todo es que, según confiesa, vivían bastante bien: "Nunca he estado en el paro y allí tenía trabajo. De hecho, ganaba más que aquí", dice. ¿Por qué se vinieron, entonces? "Yo estaba hecha polvo de la vida en el campo y no queríamos que nuestros hijos pasaran por lo mismo", explica María Josefa. En resumen: vinieron a la aventura y a probar fortuna a casi 1000 kilómetros de distancia.

Antonio y María Josefa atendiendo a la entrevista (FOTO: JAIME BLANCO)



SANTA COLOMA, CAN TUNIS Y BELLVITGE

En 1967, Maria Josefa y Antonio hicieron el viaje desde Posadas en una furgoneta DKV con un niño y una niña a cuestas. Aquel día nevaba y un camión volcó quedando atravesado en la carretera a la altura de Albacete, con lo que tuvieron que hacer noche en un restaurante. Llegaron a su destino más de 24 horas más tarde de la hora de salida. Lo recuerdan como si fuera ayer.

El matrimonio Poley Herrera ha vivido en tres lugares distintos desde que emigró. Su primera residencia fue un piso en la calle Camprodón (barrio de Santa Rosa) de Santa Coloma de Gramanet. María Josefa recuerda entonces que "vivíamos dos familias juntas, unas 10 personas en total" y que "tenía agua y luz", por lo que "no estuvimos nada mal". Allí vivieron un año y después se mudaron a la barriada de Can Tunis, en Barcelona, un lugar que siempre ha tenido muy mala fama por asuntos de drogas y delincuencia. "Vivíamos gente trabajadora y muchos andaluces, como en Santa Coloma", recuerda María Josefa. "Allí estuvimos en una de las llamadas Casas Baratas con unos familiares y luego nos mudamos a otra nosotros solos", prosigue Antonio.

Pero Can Tunis no fue el destino definitivo. Una vez se decidió derribar las Casas Baratas la opción era irse a La Mina, en Sant Adrià de Besós. Sin embargo, surgió una alternativa: Hospitalet de Llobregat. Por aquellos tiempos el Ministerio de la Vivienda franquista estaba construyendo bloques de pisos en la zona de Bellvitge y hacia allí fueron. A día de hoy, 40 años después, siguen viviendo en un piso cercano a la Travessera Industrial. Antonio hace memoria: "Cuando llegamos el barrio ya tenía forma. Recuerdo que había campos de pequeños agricultores donde ahora está la estación de tren". Desde hace cuatro décadas Antonio y María Josefa son parte de los casi 4000 andaluces que residen en Bellvitge, el barrio hospitalense con más habitantes nacidos en esta región de España según datos del propio ayuntamiento.

Una imagen de Bellvitge en los años 70 (FOTO: ASOCIACIÓN DE VECINOS DE
BELLVITGE)



AGRADECIDOS Y FIELES 

Cuando se les pregunta por su adaptación a Cataluña tienen palabras de agradecimiento para los catalanes que los recibieron. "Nunca sentimos rechazo ni nada parecido", dice María Josefa con firmeza. "Nos ayudaron muchísimo en todo lo que pudieron", añade después. Confiesan que no aprendieron el catalán "porqué no nos sentimos obligados" ya que "había casi más andaluces y murcianos que catalanes" allí donde han vivido. Tampoco en el trabajo, tal como cuenta Antonio: "Yo transportaba petróleo a las casas y socializaba con todo tipo de gente. Con el castellano ya nos entendíamos". 

El tiempo lejos de su tierra natal ha terminado pesando tanto en Antonio como en María Josefa. Ambos dicen que ya no volverían a Posadas porqué "aquí están nuestros hijos y nuestros nietos, lo más grande que podemos tener". Eso sí: sus raíces siguen intactas. Antonio, por ejemplo, se confiesa "andaluz ante todo" y se justifica diciendo, entre bromas, que lo es porqué habla muy bien el idioma de su tierra. Su mujer, aunque se confiesa "más andaluza que catalana" no acaba de tenerlo claro: "Yo vengo de allí, pero mis hijos se han criado aquí. Es lo que hace que no me decante". Desde que emigraron han bajado al pueblo con frecuencia, aunque cada vez van menos (hace tres años desde la última vez que lo hicieron). Y han asistido a alguna celebración de su tierra en Cataluña mientras han podido. El día de Andalucía en La Farga, fiestas en la Casa de Huelva de Hospitalet o la Feria de Sevilla en Barberà del Vallès son algunas muestras.

Casi cincuenta años desde aquella odisea en furgoneta se sienten satisfechos de lo conseguido. "Vinimos a la aventura y nos salió estupenda", concluye Antonio. Y remata diciendo que ahora "estamos muy a gusto, siempre lo hemos estado. Los andaluces nos encontramos normalizados a día de hoy y creo, incluso, que lo estábamos hace 40 o 50 años". 

Vista aérea de Bellvitge en la actualidad (FOTO: XTEC.CAT)


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